Se titula «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36). Estar al lado de los que sufren en un camino de caridad el Mensaje del Papa Francisco para la XXX Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra el próximo 11 de febrero.
"La invitación de Jesús a ser misericordiosos como el Padre - escribe el Papa - adquiere un significado particular para los agentes sanitarios. Pienso en los médicos, los enfermeros, los técnicos de laboratorio, en el personal encargado de asistir y cuidar a los enfermos, así como en los numerosos voluntarios que donan un tiempo precioso a quienes sufren". Son personas que han hecho de su servicio una misión. Porque "sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre".
El Pontífice recuerda "los progresos que la ciencia médica ha realizado, sobre todo en estos últimos tiempos. Las nuevas tecnologías han permitido desarrollar tratamientos que son muy beneficiosos para las personas enfermas; la investigación sigue aportando su valiosa contribución para erradicar enfermedades antiguas y nuevas; la medicina de rehabilitación ha desarrollado significativamente sus conocimientos y competencias". Lanza una advertencia y pide que se tratara siempre al paciente como una persona con su propia dignidad. "Todo esto, sin embargo, no debe hacernos olvidar la singularidad de cada persona enferma, con su dignidad y sus fragilidades. El enfermo es siempre más importante que su enfermedad y por eso cada enfoque terapéutico no puede prescindir de escuchar al paciente, de su historia, de sus angustias y de sus miedos. Incluso cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es posible hacer sentir una cercanía que muestra interés por la persona antes que por su patología".
El Santo Padre reafirma la importancia de las instituciones sanitarias católicas y su compromiso con el cuidado y el tratamiento de las personas. "En una época en la que la cultura del descarte está muy difundida y a la vida no siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas estructuras, como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la protección y el cuidado de toda existencia, aun de la más frágil, desde su concepción hasta su término natural".
Finalmente, concluye recordando el servicio indispensable de la pastoral de la salud, especialmente en la asistencia espiritual a los enfermos, y el compromiso que cada uno de nosotros debe tener al hacerse cercano a los que sufren. Porque "el ministerio de la consolación es responsabilidad de todo bautizado, consciente de la palabra de Jesús: «Estuve enfermo y me visitaron» ( Mt 25,36)".