Estamos llamados "a ser «colaboradores de Dios» (1 Co 3,9), utilizando bien el tiempo presente (cf. Ef 5,16) para sembrar también nosotros obrando el bien. Esta llamada a sembrar el bien no tenemos que verla como un peso, sino como una gracia con la que el Creador quiere que estemos activamente unidos a su magnanimidad fecunda." Este es uno de los pasajes que abre el Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2022, titulado "«No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a), presentado esta mañana en la Sala de Prensa de la Santa Sede.
Refiriéndose a la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco afirma que "Un primer fruto del bien que sembramos lo tenemos en nosotros mismos y en nuestras relaciones cotidianas, incluso en los más pequeños gestos de bondad", pero -continúa- la siega más significativa será "la del último día, el día sin ocaso. El fruto completo de nuestra vida y nuestras acciones es el «fruto para la vida eterna» (Jn 4,36),".
Para ilustrar los temas del Mensaje, Sor Alessandra Smerilli, Secretaria interina del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el Cardenal Francesco Montenegro, Arzobispo de Agrigento y Miembro del Dicasterio, y el Padre Massimo Mostioli, de la diócesis de Pavía, comprometido con la pastoral de los gitanos a raíz de la experiencia de fraternidad iniciada por el padre Mario Riboldi.
La Hermana Smerilli señaló que "el Papa Francisco nos ha invitado a ser esa tierra fértil que crea las condiciones para que la semilla germine. Nos ha pedido que preparemos el futuro, para que sea diferente del presente. Y sabemos que sólo quien está movido por la esperanza puede ponerse a trabajar". Y, si en la Virgen María "ha brotado el Hijo" -añadió-, la Madre de Dios confirma en nosotros esta esperanza: "En un mundo desertizado por tantos juegos de poder sin escrúpulos, la Iglesia reconoce en María la fecundidad que el camino de la conversión puede dar a cada una de sus hijas e hijos".
Esta esperanza -según el Cardenal Montenegro- encuentra también alimento en la resurrección de Cristo, que nos ayuda a perseverar en la siembra, "incluso cuando no vemos los frutos de la semilla sembrada en la tierra". "Frente a todo revés o dificultad que pueda debilitarnos -explicó-, la Cuaresma nos recuerda que siempre podemos volver a empezar, con la ayuda de la misericordia de Dios, siempre podemos levantarnos y reanudar el seguimiento del Maestro".
"Me contento con labrar la tierra para la siembra de la Palabra, siguiendo en particular a los grupos de gitanos católicos", dijo el padre Massimo Mostioli sobre su apostolado entre los gitanos: "me acerco a ellos para los bautismos, las comuniones y las confirmaciones, celebro la misa y organizo jornadas de lectura y oración con la Biblia. Siguiendo la invitación del cardenal Montini y tras las huellas del padre Riboldi", concluyó, "la caridad, la prudencia y la paciencia me guían para llevarles el Evangelio".