Las llamas que destruyeron la Catedral de Notre-Dame en París, tocaron el corazón de muchos creyentes, así como de tantos hombres y mujeres hermanos nuestros, en todo el mundo.
La emoción por todos experimentada, despierta la memoria, la esperanza, la sed de lo absoluto y de la belleza que habita en el corazón de nuestra comunidad humana, en la diversidad de nuestras condiciones y convicciones.
Porque la Catedral simboliza esa casa en la que cada persona es una "piedra viva": una casa en la cual cada persona puede encontrar refugio, afecto, respeto y protección: la casa de un Dios de misericordia.
Oremos al Señor "que construye la casa" para que encontremos el valor necesario, la capacidad de compartir y la energía espiritual para construir y reconstruir la Catedral del Amor, de la belleza y de la solidaridad universal.
Vaticano, 16 de abril de 2019