aciones, legalidad, justicia. Los retos de la Iglesia de Trinidad y Tobago

Encuentro con el Arzobispo de Puerto España

aciones, legalidad, justicia. Los retos de la Iglesia de Trinidad y Tobago

Cuando pensamos en los flujos migratorios en tránsito por las Américas, lo primero que viene a la mente es la ruta terrestre, la que atraviesa Colombia, México, Centroamérica. De hecho, es la más concurrida por los migrantes. Sin embargo, no solemos pensar en las rutas marítimas, aquellas que atraviesan el mar Caribe, cuyas costas son conocidas como destino turístico internacional y menos como lugar de desembarco de migrantes procedentes de diferentes países del mundo. Una realidad que registra cifras significativas, sin duda, que a menudo esboza la crisis humanitaria.

Es una instantánea del fenómeno migratorio que afecta a las islas de Trinidad y Tobago, a unos 10 km de la costa de Venezuela. Un territorio relativamente pequeño, que en conjunto mide unos 5.000 km cuadrados, pero que acoge flujos constantes de personas que huyen de la pobreza, las guerras y los conflictos civiles.

Aquí, la Iglesia Católica lleva décadas trabajando para proporcionar acogida y apoyo a los migrantes, que llegan por miles desde Venezuela, pero también desde Haití y África.

“Cuando las llegadas aumentaron de manera significativa, pedimos a todas las parroquias católicas que activaran un servicio específico dedicado a los migrantes”, explicó Mons. Charles Jason Gordon, arzobispo de Puerto España, en el estado caribeño de Trinidad y Tobago, durante un encuentro celebrado en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. “Una veintena de ellas”, dijo, “han puesto en marcha iniciativas para garantizar vivienda, alimentación, asistencia y escolarización a los niños”.

Iniciativas dictadas no sólo por la emergencia, sino concebidas con una perspectiva más amplia, orientada a la inclusión y promoción de la persona en sus múltiples dimensiones. 

“La Iglesia ha respondido de manera integral al reto migratorio”, destacó Mons. Gordon, “llegando incluso a involucrar a los migrantes como parte activa de las iniciativas promovidas, para que no sólo sean receptores de ayuda, sino agentes ellos mismos de acogida y apoyo”.

“Otro reto al que nos hemos enfrentado”, continuó, “es el de la formación de los hijos de los migrantes. Un proceso largo, debido a las leyes y a la burocracia, que sin embargo nos permitió incorporar a un buen número de hijos de migrantes en las escuelas católicas”.

 

 

La migración es sólo uno de los retos a los que se enfrenta la Iglesia en Trinidad y Tobago. No menos difícil es el de la criminalidad, que constituye una verdadera plaga para el país y que afecta a un número alarmante de jóvenes involucrados en episodios de violencia. “Las pandillas de Trinidad y Tobago”, informó el arzobispo de Puerto España, “encuentran sustento en las ganancias obtenidas mediante el tráfico de drogas, armas y seres humanos. Y este dinero corrompe a los funcionarios y a algunos aparatos del Estado, haciendo más difícil obtener justicia dentro del país”.

Para hacer frente a la propagación de la violencia y la corrupción, la Iglesia en el país trabaja para promover el diálogo con los más diversos actores sociales, con el objetivo de identificar caminos y soluciones que vengan desde abajo, que puedan ser más eficaces.

Se presta especial atención a la cuestión de las prisiones, que en el país no están configuradas como lugares de rehabilitación y reinserción. Aquí, la Iglesia Católica está trabajando para promover un cambio cultural que difunda el concepto de justicia restaurativa y sobre esta base, remodele los sistemas penitenciarios y de reeducación. Entre los reclusos, la Iglesia trabaja para promover su dignidad y su recuperación, fomentando la expresión de habilidades y talentos para ponerlos al servicio de la comunidad.

“Una de las cosas que hicimos recientemente fue organizar una exposición de arte, porque en una de nuestras prisiones había varios artistas, que aprendieron el arte en la cárcel y se lo enseñaron unos a otros”, contó Mons. Gordon. “Montamos la exposición en mi residencia y en la Curia arzobispal”, explicó, “invitando al presidente del país, a diplomáticos, a funcionarios y a la comunidad empresarial, con la intención de poner en evidencia, ante todo, la dimensión humana de la persona encarcelada. También invitamos al propio artista, que pudo visitar la exposición y quedarse unos días. Hasta la fecha, a cinco de estos artistas se les ha concedido la libertad anticipada y la Iglesia ha puesto a su disposición un estudio donde pueden desarrollar su talento”.

Ante los numerosos retos a los que se enfrenta la Iglesia en Trinidad y Tobago, el Arzobispo de Puerto España calificó de inestimable el apoyo ofrecido por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, refiriéndose tanto a la solidaridad mutua que ofrece a cada uno oportunidades de crecimiento, como a la disponibilidad de un diálogo que pone en evidencia las buenas prácticas tomadas de la experiencia de la Iglesia en otras regiones del mundo, con el fin de promover el desarrollo del hombre en todas sus dimensiones. 

23 diciembre 2024