En su Mensaje, el Papa Francisco recuerda que la Cuaresma “es tiempo de conversión, tiempo de libertad” porque “Dios no quiere súbditos sino hijos” y, citando el Libro del Éxodo, destaca que la Palabra de Dios se dirige hoy personalmente a cada uno de nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud».
En esta línea, el Santo Padre subraya que “es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido” porque “el amor a Dios y al prójimo es un único amor”.
La invitación consiste, entonces, en “detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento” y añade que “en la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza”.
Al referirse al camino sinodal en la Iglesia, el Papa Francisco sugiere que la Cuaresma sea también “un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente,” que cambien la vida cotidiana de las personas, como por ejemplo, “los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados”.
“Invito a todas las comunidades cristianas a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida" para evaluar y mejorar su contribución en la sociedad, escribe el Papa.
Por último, el Santo Padre lanza una invitación a vivir la “valentía de la conversión” con un llamado que dirigió a los jóvenes durante la JMJ en Lisboa: «Busquen y arriesguen, busquen y arriesguen. En este momento histórico los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos -estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos-, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo. Y hace falta coraje para pensar esto».
“Es la valentía de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe y la caridad llevan de la mano a esta pequeña esperanza”, concluye.